En ese lugar llamado cielo, tras esas estrellas que yo llamo lucero se encuentran esa mujer, esa de melena morena, tan oscura como la misma noche tan hermosa como los mismos diamantes. Ahí mirando a través de dos lagos, donde el reflejo de sus sonrisa hace enrojecer mis mejillas, donde el tartamudeo de mis palabras suenan en el eco de este abismo que nos separa, ella una reina yo un humilde servidor. Ay señor hiciste ese ser tan perfecto, tan hermosa como la cumbre de este valle florido, tan tierna como el nacimiento de un ángel y con un corazón tan grande que hasta los latidos se sienten en mi cabeza.
Ay señor que es este estúpido sentimiento que arde en mis entrañas, que vuelca mi ser y que enrojece mis mejillas, sera amor, sera la locura inconfesable de esta ternura que arde en mi pecho y que llena mi razón. Palabras que nunca dije, tartamudeo incondicional al filo de este abismo que me separa de esa perfección, de esa mujer que enloquece mis sentidos, que hacer renacer mi amor, que duele en mi pecho cada lagrima que salgan de esos luceros, cada herida en su corazón. Ay señor dame eso que nunca tuve, este valor para poderla amar.
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