Querida princesa:
Tengo tantas palabras que escribirte que ni siquiera se por cual empezar. Se que es de día porque al mirar por mi ventana entra luz, aunque en mi solo encuentro oscuridad. Hace ya mucho tiempo que no se nada de ti, muchos días en los que mi tiempo se ha dividido en el rato que te sueño y el rato que te pienso. Se suponía que no verte haría que me olvidara de ti, que la tristeza que había en mis lagrimas y el frió corazón poco a poco pasarían a sonrisas, pero el tiempo ha pasado, te echo muchísimo de menos, me gustaba ese momento en el que te veía, el momento de la espera hasta volverte a ver y el momento en el que tu mirada hacia que mi mundo fuera feliz.
No te puedo pedir nada, ya que este pobre desgraciado lo único que tiene para ofrecerte es un amor incondicional. Las piedras de mi camino son rocas y lo baches socabones, pero hay algo que me hace levantarme cada mañana, ponerme los pantalones y echarle a la vida dos cojones y es volver a ver tu sonrisa. Mis días son horas demasiado largas, se que amanece cuando entra luz por mi ventana y anochece cuando al cerrar mis ojos te vuelvo a ver. No se porque coño te quiero, ni el porque estoy enamorado de ti, porque cuando duermo sueño contigo y que mi única razón de existencia seas tú.
El tiempo y la distancia son esos malos consejeros que en vez de olvido me llevan a la locura. Perdí mi sonrisa aquella ultima vez en la que te vi, ahora el tiempo es meramente días que pasan en los que me falta tu sonrisa y tus palabras. Pero te puedo asegurar una cosa por muy largos que sean mis días, por muchas lagrimas que recorran mis mejillas este que hoy escribe esta carta seguirá amándote para siempre.
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