Llego ese día, en el que vuelvo a ver a esa mujer, a ese rayo de luz que sale tras terminar la tormenta. Un mes mas tarde, treinta días sin verla, sin escucharla y sin apenas saber de ella, un tiempo demasiado largo. Allí estaba, igual de guapa que siempre, con una sonrisa en los labios, vestida casual, pero con ese punto elegante. Los nervios comienzan a entrar en mi, que decir, que hacer, nada de lo que había estado ensayando en casa tiene valor, el espejo no es ella y apenas recuerdo lo que decirle.
Todo comenzó con un hola que tal, de nuevo aquí, esperando para entrar. Preguntas por cortesía, que no tienen valor, pero que hacer un mindundi como yo ante una mujer como ella. Entramos a ese examen que nos valoraría, recuerdo que apenas había comenzado a explicar el profesor como es el examen y yo ya había terminado. Los nervios me comían, no podía dejar de pensar en ella y para mas narices sentada delante, no es justo la vida me golpea. Termine y salí, decepcionado, no por el suspenso, sino porque en diez minutos que estuve con ella, apenas dije nada.
Pero la vida lanzo otra moneda, ella salio al minuto de hacerlo yo, sorprendido comencé de nuevo a hablar con ella, preguntarle que tal le había salido, y como es normal me dijo pues como a ti. Yo saque una sonrisa y dije bueno al menos ya veré a alguien conocido en la próxima convocatoria. Sonrió y pasamos un rato hablando, no pude decirle lo que sentía, pero creo que ella casi lo entendió.
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