Tuvieron que pasar dos días para volverla a ver, dos días, cuarenta y ocho horas para escuchar su voz y poder tener una oportunidad mas. Ya hacia cuatro meses que la conocía , cuatro largos meses en los que nos habíamos visto, hablado, e incluso coqueteado. Un día mas comienza como siempre, llego a ese lugar en el que se supone que debe de estar ella, y allí estaba. Preciosa como siempre a la paz que sencilla, sentado en ese banco el cual fue el confesor de mis pecados.
Salude, como todos los días y comenzamos una conversación como aquellos que apenas se conocen, me estaño ese comportamiento frió y distante en el que se había envuelto. Borde como nunca había sido, mientras yo callado y tragando saliva. Apenas pude responder, yo me estaba tragando mi orgullo, mis sentimientos y todo en lo que me había convertido este sueño.
Entre en ese aula, como cordero en un matadero, sin apenas conocer mi futuro y viendo como el sueño se hacia pedazos. Su frialdad me mato, quizas fue el nerviosismo, quizás el lugar o quizás el querer disimular frente a las plantas que nos veían.
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